El prestigioso director iraní ha creado uno de los cines mas personales, complejos, densos y bellos de la historia del cine. Su narrativa está marcada por el minimalismo y la simpleza. Él fue uno de los cineastas que creo la nueva ola de cine iraní, que proponía un cine reflexivo, con alto contenido filosófico y poético. En 1997, consiguió la Palma de Oro en Cannes por El sabor de las cerezas. Y desde entonces ha obtenido mas de 60 premios.
Sin embargo hoy queremos mostrar la parte mas desconocida de Kiarostami. Su vertiente como fotógrafo. En esta faceta,su formación ha sido autodidacta. De hecho, comenzó a hacer fotos durante la revolución del 79, momento en el que era imposible hacer cine en Irán. El director, decidió irse fuera de la ciudad y empezó a fotografiar los paisajes. Algo que, posteriormente, también llenaría los planos de sus películas.
Sus fotografías son de una gran pureza. Su poder evocador es enorme. Por medio de sombras, manchas y formas casi indefinidas, compone poderosas imágenes. Las instantáneas de Kiarostami son capaces de detener el tiempo. Tienen el poder de transportarnos a ese espacio inabarcable, que también nos habla de un viaje interior y de una mirada reflexiva y reposada.
Las fotos fuerzan al espectador implicarse emocionalmente. Obligan a tomar decisiones acerca de lo que se está viendo. El fotógrafo iraní nos invita a un juego. Nos empuja a averiguar qué estado nos provoca la contemplación de su obra: idea de soledad, metáfora de libertad…
Para él la fotografía es un acto de introversión existencial, que conecta su interior y con la «sustancia de sus sueños». Kiarostami suele decir que la contradicción es inseparable de la vida. Llegando a afirmar que no se puede llegar a la verdad excepto a través de la mentira.